Producto interno bruto y bienestar
Voy camino de la vida Muy feliz con mi pobreza
José Alfredo Jiménez
Una discusión que se ha generado con la reciente crisis económica es la medida en la que indicadores económicos tradicionales como el Producto Interno Bruto, que básicamente equivale al ingreso de la población en un período determinado, pueden reflejar el bienestar de esa población. Esta discusión no es nueva, durante años se han señalado las limitaciones de este indicador y se han propuesto alternativas desde distintos enfoques. Como ejemplo, se ha señalado que el Producto Interno Bruto, también conocido como PIB, no incluye el valor del trabajo en el hogar, o que no toma en cuenta el desgaste de los recursos naturales que se produce por la actividad económica. La propia oficina en México encargada de la medición del PIB ha generado medidas ajustadas para tomar en cuenta estos aspectos; sin embargo, el indicador principal no toma en cuenta esos factores.
Otro ejemplo de medición alternativa del bienestar es el Índice de Desarrollo Humano, generado por una oficina de las Naciones Unidas; este índice agrega a la medida tradicional de ingresos indicadores de educación y salud. Siguiendo un espíritu similar en México para la medición de la pobreza ya se utiliza un indicador con múltiples dimensiones, agregando el acceso a la seguridad social, la calidad de espacios en la vivienda, entre otros.
Hay otra perspectiva que en los últimos años ha tomado relevancia. Se trata de los indicadores de bienestar subjetivo. La idea de estos indicadores es que sea el propio individuo quien exprese el grado de bienestar o felicidad que percibe. Desde esta perspectiva se ha aprendido la importancia de las relaciones personales y la familia en la percepción de bienestar de los individuos, más allá de las medidas de ingreso. También el grado en el que el desempleo, la inseguridad o la desigualdad pueden afectar la percepción de bienestar de los individuos. Desde hace años han existido encuestas en México y otros países para medir la percepción que tiene la población sobre su bienestar, pero realmente la política pública todavía no toma en cuenta estos aspectos. Indudablemente estas medidas nos permiten tener una visión más amplia de la realidad, aunque también tienen sus limitaciones. Por ejemplo, es difícil comparar las respuestas entre individuos con distintas culturas. También es posible que la percepción de un individuo este influida por la información limitada que recibe en un entorno cercano o por rasgos de personalidad que favorecen la manifestación de estados de ánimo positivos ante situaciones desesperantes como una enfermedad grave.
Si en México se impulsan en el futuro medidas alternativas de la medición de bienestar considerando indicadores de felicidad o bienestar subjetivo para el diseño de política pública deben ponderarse las ventajas y desventajas de cada posible indicador. No se debe cometer el error de pensar que cualquier alternativa es mejor o que las condiciones económicas como el ingreso son irrelevantes en la percepción de bienestar que tienen los individuos. Las encuestas ya existentes muestran que el ingreso no es el único factor que impacta en la percepción de los individuos, pero sí es relevante. Sería una tarea compleja e interesante establecer la justa dimensión de cada fuente de bienestar.
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