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  • Foto del escritorJaime Lara Lara

Deuda pública

La deuda es una palabra que genera temor y desconfianza entre los mexicanos. En 1982 el gobierno mexicano se declaró incapaz de cumplir con sus compromisos de deuda, iniciando así una época de bajo crecimiento económico, alta inflación y devaluaciones. En aquella época el gobierno mexicano había incurrido en endeudamiento confiado en que los altos precios del petróleo de años previos permitirían hacer frente a sus compromisos. Sin embargo, una combinación de caída de precios del petróleo e incremento de las tasas de interés internacionales lo llevó a la insolvencia. El trauma social que esto significó ha convertido la política de deuda en una de las que genera mayor suspicacia entre la opinión pública.


Endeudarse no es una decisión equivocada necesariamente. A nivel individual casi todos utilizamos esa posibilidad. Si las empresas desean invertir y los rendimientos de los proyectos son mayores que las tasas de interés, endeudarse es una estrategia adecuada y que utilizan la mayor parte de las empresas. El problema surge debido a que los rendimientos futuros de los proyectos empresariales no están asegurados. Como familias, si deseamos disfrutar de algún bien como una vivienda o un automóvil cuyo valor es relativamente alto podemos empezar a disfrutarlo en el presente si utilizamos algún crédito; esta puede ser una decisión adecuada si podemos cubrir los pagos mensuales con nuestros ingresos, pero puede ocurrir una situación desafortunada si nuestros ingresos disminuyen o perdemos nuestro empleo. También como familias podemos endeudarnos para cubrir gastos esenciales si esperamos que nuestros ingresos futuros nos permitan pagar esos préstamos.


La lógica para endeudarse a nivel gubernamental es similar. El gobierno puede endeudarse para llevar a cabo inversiones de infraestructura que pueden ser muy útiles a la sociedad como puentes, carreteras o mejorar el servicio de agua. También puede endeudarse para llevar a cabo transferencias a individuos en situaciones de emergencia como huracanes de modo que no les falten bienes esenciales como los alimentos. Además, siendo el gobierno el comprador más importante de la economía, su gasto puede generar una percepción de estabilidad en la demanda para los negocios; por ello en momentos de crisis económica es donde se recomienda que los gobiernos puedan incurrir en deuda. Sin embargo, si las inversiones que se realizan no son tan útiles para la sociedad o si los ingresos del gobierno son muy bajos se pueda generar incapacidad para el pago de la deuda. Esto no es tan común en los países más ricos o con bajos niveles de corrupción; pero con los países como México los prestamistas internacionales suelen tener una mayor desconfianza en la capacidad de pago. Desde la crisis del 2008 el endeudamiento de México creció desde niveles por debajo de 30 por ciento del PIB a niveles cercanos al 50 por ciento actualmente. Esto quiere decir que si deseamos pagar la deuda del gobierno federal cada mexicano tendría que aportar la mitad de su ingreso anual. Por ello el gobierno federal ha actuado de forma más cautelosa que otros países en su política de endeudamiento frente a la crisis económica causada por el coronavirus. Aun así, ante la caída de la actividad económica el indicador de deuda aumentará.


En política de deuda también se debe tomar en cuenta la desconfianza ciudadana hacia el endeudamiento; se deben presentar paquetes convincentes acerca del uso de recursos, así como garantías de que la ciudadanía podrá monitorear con transparencia la ejecución de los recursos en lo prometido. Recientemente en San Luis Potosí se presentó una iniciativa de endeudamiento para asegurar más recursos a la administración local ante una posible caída de sus ingresos por la crisis económica. Sin embargo, la desconfianza ciudadana y la poca capacidad para presentar un proyecto de emergencia convincente por parte del ejecutivo local provocó que la iniciativa fuera desechada por una de las comisiones del congreso local. La necesidad de tomar medidas para afrontar las particularidades locales de la crisis económica, no obstante, seguirá presente.


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