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  • Foto del escritorJaime Lara Lara

Autos eléctricos

La apertura económica iniciada en nuestro país en los años 80s del siglo pasado permitió que se convirtiera en un importante exportador de automóviles, con diversas compañías extranjeras instalando plantas armadoras en estados del norte, bajío y centro del país. Uno de los principales retos que se presentan actualmente en este sector es la transición entre vehículos que usan combustibles fósiles a los que funcionan con motores eléctricos. Existen previsiones de instituciones confiables que dentro de unas pocas décadas la mayor parte de los vehículos producidos en el mundo se moverán a partir de electricidad.


En los últimos meses y años los anuncios de las empresas automotrices indican que México podría adaptarse de forma relativamente exitosa a esa transición. El más significativo es el anuncio de Tesla, la empresa icono de este tipo de automóviles, con la instalación de una de sus plantas en Monterrey. Sin embargo, aunque por el monto de la inversión parece ser el más importante, no es el único. Tan solo en este año BMW anunció que en sus instalaciones de San Luis Potosí se producirán automóviles eléctricos. También la empresa General Motors ha anunciado inversiones para producir autos eléctricos en Coahuila. En años previos, Audi en Puebla y Ford en Estado de México iniciaron con esta transición. Incluso, empresas nacionales relativamente pequeñas, como Zacua en Puebla iniciaron ya la producción de este tipo de vehículos. Indudablemente esto indica que el país tiene posibilidades de insertarse exitosamente en esta transición por el lado de la producción.


Una pregunta que queda en el ambiente es si por el lado del consumo México también podría modificar sus patrones de utilización de automóviles. Al igual que el resto de la producción es de esperarse que una proporción muy alta de los automóviles eléctricos sea destinada a la exportación, principalmente a los Estados Unidos. En México, todavía menos del cinco por ciento de los automóviles nuevos adquiridos para uso local son eléctricos o híbridos, cifra inferior a lo que sucede en otros países. Las causas son diversas, pero se combina el todavía alto precio de estos vehículos, la falta de apoyos fiscales para adquirirlos y la escasa infraestructura para recarga de las baterías. En otros países existen políticas públicas para promover su uso considerando que pueden implicar un impacto menor sobre el medio ambiente. Dada la falta de políticas en este sentido es posible que exista un desfase entre la transición en la producción y la transición en el consumo en nuestro país.


La movilidad eléctrica no está exenta de riesgos e impactos para el medio ambiente. La ampliación de la producción de este tipo de vehículos implica presiones sobre materias primas escasas. También implica una mayor demanda de energía eléctrica que todavía no se produce en la proporción deseada con energías renovables. Otro elemento a considerar es que no resuelve los problemas de congestión en nuestras ciudades si solo se concentra en vehículos privados y no en transporte público. Sin embargo, la electromovilidad indudablemente es una de las alternativas más prometedoras para mitigar el impacto de la actividad humana sobre el medio ambiente. Así que es necesario que el país vaya evaluando esta alternativa en la búsqueda de transitar hacia una movilidad más limpia.


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